“Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Ped. 3:15).
Jesús nunca exhibió un solo tinte de orgullo o superioridad. Veía en cada ser humano a alguien creado a imagen de Dios pero caído en el pecado, y a quien vino a salvar. Nadie estaba más allá de su amor.
Comments